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No moriré del todo

Francisco Buenavida
Del 20 de mayo al 31 de julio de 2022

Formas de abandonarse

Fue el poeta francés Charles Baudelaire quien reclamó un nuevo posicionamiento ante la creación artística. Para ello defendió una nueva interpretación espiritual del mundo que le permitiera un distanciamiento de la vulgaridad que rodea a la realidad. La mirada hacia el interior fue convertida en la verdadera guía de su producción literaria.

No todos los artistas sienten la necesidad de hacer este replegamiento ni se ven con la capacidad de realizar este ejercicio de honestidad consigo mismos. “Hacer el viaje” ha formado parte de la trayectoria de Buenavida en donde la creación verdadera es una actividad esencial y una suerte de sacerdocio en donde la capacidad de profundizar en las sensaciones le permite sorprenderse por las conexiones y equivalencias que se producen. En definitiva, momentos considerados como epifanías y que son el germen de estas metáforas autobiográficas.

La complicada elección de Buenavida por esa exploración interior hace que parte de él mismo y de sus circunstancias biográficas se viertan en su propia obra. De ahí el título No moriré del todo. Texto extraído del poeta latina Horacio y que en cierta forma evidencia la necesidad de perduración en el tiempo cuando especialmente se produce ese derramamiento de honestidad sobre la obra.

Las obras que se nos muestran pudieran remitirnos en ocasiones a los emblemas de Andrea Alciato ya que su  carga conceptual hace que se conviertan en auténticos lugares de cita, es decir, depósitos de saberes y culturas, que son fruto de sus hallazgos visuales. Este tipo de obras exige un público cultivado para saber leerlas y si no,  un aliciente para resolver estas adivinanzas. El misterio es clave en su obra, especialmente manifestado en la serie de diez cuadros. Son imágenes  abordadas desde la propia capacidad evocadora de los objetos haciendo juegos sofisticados de iconografía y simbología. Metáforas visuales que pudieran remitirnos incluso a la obra del belga Magritte. El resultado bien pudiera considerarse como auténticos exvotos de divinidades protectoras cristopaganas.

La implicación que se aprecia en las obras se distingue de mucha de la producción mainstream actual. El esmero y el mimo tratan de que sus adivinanzas nos resulten objetos que dentro de su imposibilidad, nos resulten creíbles. Contrasta con muchas de las tendencias artísticas actuales, ávidas por la aceleración y la urgencia más por “estar” que por “ser”. Mención aparte los contenidos enlatados que el capitalismo artístico ha absorbido y que nos devuelven creadores comprometidos con las buenas causas. Sin embargo,  lo que se está produciendo es una banalización de las complicadas circunstancias histórico-sociales que atravesamos vistas desde las inafectadas atalayas de los estudios de creación.

Dentro de las conexiones que encontramos en sus obras podemos apreciar unas derivas vinculadas a ese viaje personal y que suponen tres estados en donde el yo consciente se abandona como son la muerte, el sueño y el orgasmo. No serán los surrealistas los primeros que hagan el viaje a los adentros aunque sí que establecerán y pondrán nombre a esas partes de la identidad, incluso trataran de burlar la censura para llegar a nuestros recovecos más ocultos. Ya desde la Antigüedad grecolatina, esos estados de abandono fueron personificados por deidades, las cuales se representan en estas obras.

El primer estado es la muerte. Se muestra de forma omnipresente en todas las obras. Estos emblemas de patrones protectores gustan por caminar en el filo de la navaja sin evidenciar tragedias ni catástrofes, es por ello que todo aparece como acciones en potencia: la punta de la flecha que no alcanza el objetivo o la agonía de un Prometeo que el águila desangra hasta que al día siguiente se le vuelva a regenerar el hígado.

Hipnos y Morfeo, padre e hijo, representan las deidades del segundo estado: el sueño.  Hipnos hace de bisagra entre lo onírico y la muerte. Ya que a través de un calculado ejercicio de martirio/placer al más puro estilo shibari, la almohada atada representa las inseguridades y los miedos por el aborto de esos proyectos ilusionantes que hemos imaginado.

Como contrapartida, Morfeo representa la segunda de las almohadas. Su calculada posición no es casual y  conforma una estrella. El hijo de Hipnos además de su vinculación con la noche y el sueño alude a la capacidad de imaginar (dar forma) despiertos. Es decir, representa la capacidad de ensoñación y ensimismarse a través de las prefiguraciones mentales en forma de proyectos, metas, ilusiones, etc.

La última de ellas es el orgasmo. También interrelacionado con las otras dos vías anteriores, pero manifestado de una forma más evidente en esta suerte de exvoto dedicado a Eros y en el que también se halla uno de los animales considerados como psicopompo. La mariposa como conductora al Más Allá también es la representación de Psique, el ojo interior, el alma, el verdadero amor de Eros y representa la pasión y el impulso creador. Tan necesario y tan desgarrador como las obras que estamos viendo porque están pintadas honestamente desde dentro.

Simón Arrebola-Parras. Mayo 2022

Obra en exposición